29 Octubre 2025
El papel de las fundaciones ante la DANA: solidaridad, reconstrucción y futuro
La Asociación Española de Fundaciones (AEF) presenta el informe El papel de las fundaciones ante la DANA: solidaridad, reconstrucción y futuro, un documento que por primera vez recopila y sistematiza la respuesta del sector fundacional español ante una catástrofe natural de gran magnitud. El trabajo pretende visibilizar el papel del sector fundacional con una respuesta ágil, solidaria y diversa ante la emergencia y los aprendizajes que deja su acción. El estudio detalla cómo más de 130 fundaciones activaron recursos económicos, técnicos y humanos para hacer frente a la emergencia causada por la DANA de octubre de 2024, que afectó oficialmente a 78 municipios —75 en la provincia de Valencia, 2 en Castilla-La Mancha y 1 en Andalucía— y dejó tras de sí graves daños materiales, medioambientales y sociales.
La AEF organizó para la elaboración de este trabajo, realizado con la colaboración de Impact Hub Madrid, un espacio de participación directa con 21 fundaciones de distintos tamaños y ámbitos de actuación, además de un análisis detallado de 56 casos, complementado con la identificación de 133 fundaciones implicadas de alguna forma en la respuesta a la dana.
“La reacción del sector fundacional fue ejemplar: rápida, diversa y solidaria. Cada entidad actuó desde su identidad y recursos y demostró que la filantropía puede ser decisiva ante situaciones de crisis. Este informe visibiliza no solo la respuesta inmediata, sino también la capacidad de adaptación y aprendizaje colectivo que deja este episodio”, explica Pilar García Ceballos-Zúñiga, presidenta de la AEF.
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Una respuesta amplia y diversa
El 70% de las fundaciones implicadas realizaron contribuciones económicas y, dentro de ese grupo, el 75% combinó este apoyo con acciones no monetarias, lo que muestra un enfoque integral ante la emergencia (el 25% restante realizó exclusivamente aportaciones económicas). Las aportaciones no económicas incluyeron donaciones de materiales esenciales (34%), movilización de voluntariado (29%), coordinación de esfuerzos (19%) y la puesta a disposición de expertos técnicos (19%). Este tipo de acciones demuestran que la filantropía no se limita a la transferencia de fondos sino que también se construye sobre redes, conocimientos y recursos humanos.
El perfil de las fundaciones participantes fue diverso tanto en tamaño como en sector de actividad. Un 25% eran organizaciones con presupuestos anuales entre 50.000 y 500.000 euros, un 20% entre 500.000 y 1 millón y un 22,5% entre 1 y 3 millones. Aunque solo un 7,5% de las fundaciones movilizadas contaban con presupuestos superiores a 30 millones de euros, su contribución fue determinante para multiplicar el alcance de las acciones de reconstrucción. Los ámbitos de intervención también reflejan esta diversidad: servicios sociales, desarrollo socioeconómico, cultura, cooperación internacional, salud, educación y empleo fueron los sectores más activos durante la emergencia.
La información recopilada por la AEF muestra que el 89% de las fundaciones actuaron con recursos propios y que un 11% activó mecanismos externos de financiación —campañas de recaudación, crowdfunding, donaciones de empresas colaboradoras o subvenciones específicas para atender la emergencia—. El 14,3% de las entidades pusieron en marcha acciones novedosas y adaptadas al contexto, desde soluciones tecnológicas hasta iniciativas sociales centradas en la reconstrucción a largo plazo.
Colaboración como estrategia de impacto
Uno de los hallazgos más relevantes del informe es la importancia de la colaboración entre organizaciones. Así, el 35% de las fundaciones implicadas cooperaron con otras entidades, lo que permitió articular respuestas coordinadas, ágiles y más eficaces. Esta colaboración se manifestó en diferentes niveles: alianzas entre fundaciones, trabajo conjunto con administraciones locales y autonómicas y cooperación con organizaciones de la sociedad civil ya presentes en los territorios afectados.
En muchos casos, estas alianzas fueron determinantes para superar las dificultades iniciales derivadas de la falta de infraestructuras, de la dispersión geográfica de las personas afectadas o de la diversidad de necesidades detectadas. El trabajo en red permitió, por ejemplo, canalizar con rapidez ayudas materiales y económicas, organizar dispositivos de voluntariado y ofrecer apoyo técnico especializado.
Acciones innovadoras y adaptadas
Aunque la mayoría de las fundaciones desplegaron respuestas habituales en contextos de emergencia —como distribución de alimentos, kits de limpieza, apoyo económico o rehabilitación de espacios—, un 14,3% de las entidades desarrollaron iniciativas innovadoras, muchas de ellas centradas en colectivos especialmente vulnerables.
Entre las acciones más destacadas figuran:
- la creación de canales accesibles en lengua de signos para garantizar que personas sordas pudieran acceder a información vital en tiempo real;
- la puesta en marcha de fondos de solidaridad para familias afectadas, gestionados directamente desde escuelas y centros comunitarios;
- la atención psicológica a través de redes de voluntariado especializado, con la participación de 11 psicólogos que intervinieron en centros educativos;
- la digitalización de procesos sociales para asegurar la trazabilidad de la ayuda y evitar duplicidades; y la rehabilitación de instrumentos musicales y material cultural, que permitió a entidades sociales y educativas recuperar actividades comunitarias paralizadas por el desastre.
La ayuda canalizada por las fundaciones llegó fundamentalmente a cuatro tipos de destinatarios. En primer lugar, familias y personas afectadas directamente, que recibieron alimentos, ropa, apoyo psicológico, alojamiento temporal y asistencia económica para la reconstrucción de sus viviendas. En segundo lugar, organizaciones sociales y fundación comunitaria, que actuaron como intermediarias en la distribución de recursos, multiplicando así el alcance de la respuesta. Un tercer grupo fueron centros educativos y sanitarios, que recibieron materiales, apoyo logístico y donaciones para poder reanudar su actividad. Por último, comercios y negocios locales, cuya recuperación se consideró prioritaria para sostener la vida económica de las zonas afectadas.
La diversidad de colectivos beneficiarios obligó a las fundaciones a adoptar estrategias flexibles y a adaptar sus recursos a cada contexto.
Retos compartidos
El informe también identifica los principales retos que enfrentaron las fundaciones durante las primeras semanas tras la catástrofe. Entre ellos destacan:
- La falta de infraestructuras básicas para canalizar la ayuda en los territorios más afectados
- La ausencia de protocolos claros de coordinación, que dificultó la articulación de esfuerzos en los primeros días
- La complejidad logística de identificar y llegar con rapidez a las personas más vulnerables
- Las limitaciones estatutarias de algunas fundaciones, que no podían actuar fuera de su ámbito geográfico o de sus fines fundacionales
Otra entidad señala: “Nos encontramos con familias completamente colapsadas. Sin luz, sin agua, sin muebles. Pero también sin saber cómo pedir ayuda o a quién dirigirse. Tuvimos que improvisar desde el primer momento, porque no había un protocolo claro”.
Estos testimonios ponen de relieve la necesidad de articular mecanismos de actuación compartidos que permitan una intervención más coordinada y eficaz ante futuras catástrofes.
Planes de futuro y aprendizajes
A partir de la experiencia vivida, muchas fundaciones han comenzado a incorporar aprendizajes a sus estrategias institucionales. El informe señala que el 20 % de las fundaciones consultadas ya están trabajando en planes de futuro relacionados con emergencias. Estas iniciativas incluyen la creación de protocolos de respuesta compartidos entre entidades, la digitalización de procesos sociales para mejorar la eficiencia, la integración de la accesibilidad en todos los programas y el fortalecimiento de la conexión con las administraciones públicas y las redes locales.
Los aprendizajes extraídos se resumen en cuatro grandes ejes:
- La colaboración multiplica el impacto y mejora la eficiencia de las respuestas.
- La adaptación es un valor esencial: la capacidad de modificar programas y recursos fue determinante para llegar a más personas.
- La identidad fundacional se refuerza en contextos de crisis, cuando las organizaciones actúan desde su propósito y valores.
- La continuidad de la acción es clave: muchas fundaciones mantienen su implicación meses después de la emergencia, acompañando procesos de reconstrucción social y económica.
La experiencia de la dana pone de manifiesto que el sector fundacional posee un potencial significativo para responder ante emergencias, pero que su impacto podría multiplicarse mediante mecanismos de coordinación sectorial más sólidos. Entre las recomendaciones que se desprenden del informe destacan:
- Crear protocolos comunes de actuación entre fundaciones para emergencias.
- Mapear las capacidades existentes en el sector para movilizarlas con rapidez.
- Fortalecer las alianzas con administraciones públicas y entidades locales, especialmente aquellas con presencia territorial consolidada.
- Visibilizar mejor el papel de las pequeñas fundaciones, que tuvieron un peso fundamental en la respuesta de proximidad.
- Desarrollar estrategias de comunicación sectorial que permitan canalizar información fiable y accesible a la ciudadanía en contextos de crisis.


